1.5.05

Fotografía

Entre el olor a tiza notaba ese perfume de las rosas de mayo entrando por la ventana. El sol le bruñía el pelo y la pelusa del antebrazo apoyada sobre el libro. La trenza caía como una larga espada de oro por su espalda. Se quedó fascinado mirándola, perdido en ese espacio y ese tiempo como eternos, dejando que el momento le impregnara para siempre. Ella se giró y le miró y él comprendió lo que sienten los ratones frente a las cobras: una total debilidad ante la certeza de los centelleantes colmillos clavándose en la piel un segundo después. Pero no importaba... nada importaba salvo ella y el olor a rosas.

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