24.6.07

De www.chanfarin.com

You are that guy…Posted in Personal, xanfarin.com on June 16th, 2007 by Xan “That guy” se llama Paul Potts. Paul Potts es “el nuevo fenómeno mediático”. Creo que durará más que la chica con la mancha en el pelo, la “amigable” menor asturiana, o el tipo que “pagaba fantas”. Obviamos a los últimos, por su propio bien. Paul Potts, un tipo normal y corriente*. De los de pico central de campana de Gauss. Un hombre aparentemente gris que te haría pensar en portada de periódico de sucesos… la gente tan “normal” suele acabar esas portadas. Siempre como protagonistas. Un tipo que se presenta a un “concurso” de “estrellas” siendo vendedor de móviles de profesión y hablando con un fuerte acento inglés que no sabes si viene de sus orígenes (Gales del sur), o de un grave accidente sucedido durante su infancia que implicó una bicicleta, una boca de riego y no usar las manos. Ese tipo, sale al escenario y dice que va a cantar ópera. Todo el mundo se ríe un poco él… al estilo “me meo en tu mascota” de Risto Mejide. Paul Potts No es el vocalista de los “Larva Fecal“, pero si pensamos en la antítesis de un “tenor”, probablemente el pensamiento tomaría la forma de Paul Potts. Lo sé: son prejuicios. Personalmente siento una terrible debilidad por los “davides” de este mundo. Y disfruto como un enano cuando sacan un pedrusco del zurrón y le sueltan un hondazo entre las cejas depiladas a alguno de los “e-goliats” que hay por ahí sueltos. Paul Potts, vendedor de móviles, se “soltó” en plan cásual con un “que nadie duerma…“.Disfrutad de la “presentación mundial” del hombre con apellido de cerveza ‘münsterener’, si aún no lo habéis hecho. El caso es que el tipo se convierte en un fenómeno de masas. ¿Por qué? Porque su voz es maravillosa.Y por identificación. Nadie puede identificarse con la insultante belleza de los miembros de D’Nash; son tan elaboradamente perfectos que hagan lo que hagan no podrán sorprenderte. Es más, esperas que fracasen porque es injusto que alguien tan premeditadamente ‘cool’ triunfe.Pero todos llevamos un pequeño ‘paulpotts’ en el fondo de nuestros sitiados-por-la-grasaza-corazones. Nos reconocemos en él. Dejamos que su luz nos ilumine. Y por un momento, sentimos que si él puede, hay esperanza para todo el resto. Además, en el fondo disfrutamos cuando un conejito blanco y aparentemente útil sólo para que se experimente gel de baño en sus ojos le salta al cuello a un caballero con armadura y le desgarra la aorta a dentelladas. El vendedor de móviles ha vuelto a ganar. Y volverá a hacerlo en la final.Y espero que cante ópera. Y espero que grabe discos. Y espero tener esos discos. Mola. * Vale… ha recibido clases de canto de los “mejores”. Y su “puesta en escena” estaba un tanto ‘exagerada’ para aumentar el efecto perdedor-que-sorprende. Pero no vamos a dejar que la realidad nos joda una buena historia. ¿No?

18.6.07

Extrañeza

Extraño huésped
caído del espacio soy
Urna de huesos
carne, piel
Eclipses de sol
en los lunares
El alma ardiendo,
calcinándose,
oyendo la lejana, entrañable
llamada
de una canción desconocida...
Los dioses hablan
en el crepitar de la maleza
redondean la forma futura
de las uvas
completan actos
órbitas
sueños
encienden estrellas
y luciérnagas
Absurdo y yo bailamos.

5.6.07

Se les ve contentos

Esto lo escribí al día siguiente de las elecciones, y no lo colgué aquí porque a veces se le pasa a uno el arroz y un texto queda como desfasado y secundario ante otras urgencias. Pero hoy, oyendo insensateces previsibles ante la declaración de los cabrones de ETA, creo que es oportuno que lo ponga aquí, al menos como expresión de mi repudio al fascismo de uno y otro lado, y de mi decisión de ir a votar aunque deba arrastrarme hasta las urnas, (y de votar doble si fuera posible) por el socialismo.
Creo que Zapatero se equivocó en la forma de encarar la negociación, pero no en la intención, y creo también que hoy no sólo hay que apoyarlo, sino denunciar la repetida hipocresía de los que llamaron ejército de liberación a los etarras y desde el comienzo no dejan de poner palos en las ruedas.
Es más, se les ve exultantes ante la perspectiva de más violencia.
¿Cómo se puede ser tan capullo?

-Detesto las banderas. Ya sé que no dejan de ser un pedazo de tela cargado de atributos, admito que muchas son bonitas, admito también que las personas puedan conmoverse con ellas, pero yo las quemaría a todas, TODAS sin excepción, en la hoguera de San Juan, y dejaría como supervivientes a los banderines de papel de las noches de verbena y fiesta. Y estos días pasados he visto agitarse demasiados trozos de tela al son de cantos que aún me gustan menos que las banderas. Detesto también tener que votar al menos malo de los malos. O al menos malo de los malos con posibilidades de acceder al poder, eso me pone de los nervios, pero peor aún me pondría si algún acólito del Ansar o de ése de la boca obscena y mentirosa ganara más terreno porque yo no hice nada para impedirlo. Y aunque no me crea el mensaje políticamente correcto de unos, no puedo imaginar que alguien sensato esté de acuerdo con cosas como que la inseguridad ciudadana esté directamente relacionada con la inmigración o perlas por el estilo. Es que da asco y me ponen muy difícil el ejercicio de reflexión necesario para no desearles que les abduzcan y les dejen en pelotas en medio de uno de esos países de los que vienen los indeseables inmigrantes, a ver que discurso emiten por sus boquitas de piñón. En ocasiones como ésta, ante la tentación de aniquilar a los cromagnones, uno de mis recursos es leer la opinión de alguien sensato y lúcido como Amos Oz, escritor israelí perseguido por los fanáticos de uno y otro bando.A veces no estoy de acuerdo con él, pero generalmente su sentido común me apabulla. Transcribo aquí un trozo de una conferencia suya, para refrescar mi memoria y para que lo leáis si os apetece. Yo creo que vale la pena hacerlo.

¿Cómo curar a un fanático?
¿Cómo curar a un fanático? Perseguir a un puñado de fanáticos por las montañas de Afganistán es una cosa. Luchar contra el fanatismo, otra muy distinta. Me temo que no sé exactamente cómo perseguir fanáticos por las montañas, pero puede que consagre una o dos reflexiones a la naturaleza del fanatismo y a las formas, si no de curarlo, al menos de controlarlo. Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. El 11 de septiembre no es consecuencia de la bondad o la maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Ni siquiera si es oportuno o no frenar la globalización. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea. El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. El fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal. La gente que ha volado clínicas donde se practicaba el aborto en Estados Unidos, los que queman sinagogas y mezquitas en Alemania, sólo se diferencian de Bin Laden en la magnitud pero no en la naturaleza de sus crímenes. Desde luego, el 11 de septiembre produjo tristeza, ira, incredulidad, sorpresa, melancolía, desorientación y, sí, respuestas racistas –antiárabes y antimusulmanas– por doquier. ¿Quién habría pensado que al siglo XX le seguiría de inmediato el siglo XI? Mi propia infancia en Jerusalén me ha hecho experto en fanatismo comparado. El Jerusalén de mi niñez, allá por los años cuarenta, estaba lleno de profetas espontáneos, redentores y mesías. Todavía hoy todo jerosolimitano tiene su fórmula personal para la salvación instantánea. Todos dicen que llegaron a Jerusalén –y cito una frase famosa de una vieja canción– para construirla y ser construidos por ella. De hecho, algunos (judíos, cristianos, musulmanes, socialistas, anarquistas y reformadores del mundo) han acudido a Jerusalén no tanto para construirla ni ser construidos por ella como para ser crucificados o crucificar a los demás, o para ambas cosas al mismo tiempo. Hay un trastorno mental muy arraigado, una reconocida enfermedad mental llamada «síndrome de Jerusalén»: la gente llega, inhala el aire de la montaña y, de pronto, se inflama y prende fuego a una mezquita, a una iglesia o a una sinagoga. O sino, se quita la ropa, trepa a una roca y comienza a profetizar. Nadie escucha jamás. Incluso hoy, incluso en la Jerusalén actual, en cada cola del autobús es probable que estalle un exaltado seminario callejero entre gente que no se conoce de nada pero que discute de política, moral, estrategia, historia, identidad, religión y de las verdaderas intenciones de Dios. Los participantes en dichos seminarios, mientras discuten de política y teología, del bien y del mal, intentan no obstante abrirse paso a codazos hasta los primeros puestos de la fila. Todo el mundo grita, nadie escucha. Excepto yo. Yo escucho a veces y así me gano la vida.Confieso que de niño, en Jerusalén, yo también era un pequeño fanático con el cerebro lavado. Con ínfulas de superioridad moral, chovinista, sordo y ciego a todo discurso que fuera diferente del poderoso discurso judío sionista de la época. Yo era un chico que lanzaba piedras, un chico de la «Intifada» judía. De hecho, las primeras palabras que aprendí a decir en inglés, aparte de yes o no, fueron British go home!, que era lo que los chicos judíos solíamos gritar a las patrullas británicas de Jerusalén mientras las apedreábamos. Tal vez sea hora de que toda escuela, toda universidad, organice al menos un par de cursos de fanatismo comparado, ya que surge por doquier. No me refiero sólo a las manifestaciones obvias de fundamentalismo y fervor ciego. No me refiero sólo a los fanáticos declarados, ésos que vemos al otro lado de la pantalla del televisor entre multitudes histéricas que agitan sus puños contra las cámaras mientras gritan eslóganes en lenguas que no entendemos. No, el fanatismo surge por doquier. Con modales más silenciosos, más civilizados. Está presente en nuestro entorno y tal vez también dentro de nosotros mismos.¡Conozco a bastantes no fumadores que te quemarían vivo por encender un cigarro cerca de ellos! ¡Conozco a muchos vegetarianos que te comerían vivo por comer carne! Conozco a pacifistas (algunos de mis colegas del Movimiento de Paz israelí, por ejemplo) deseosos de dispararme a la cabeza sólo por defender una estrategia ligeramente diferente de la suya para lograr la paz con los palestinos. No estoy diciendo que cualquiera que alce su voz contra cualquier cosa sea un fanático. No estoy sugiriendo que cualquiera que manifieste sus opiniones vehementes sea un fanático. Digo que la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo. Es una plaga muy común que, por supuesto, se manifiesta con diferentes grados. Un o una militante ecologista puede adoptar una actitud de superioridad moral que le impida llegar a un acuerdo pero causará muy poco daño si lo comparamos, digamos, con un depurador étnico o un terrorista. Aún más, todos los fanáticos sienten una atracción, un gusto especial por lo kitsch. Al mismo tiempo, descubriremos que, a menudo, los fanáticos son sentimentales sin remedio. Un querido amigo y colega mío, el novelista israelí Sammy Michael, tuvo una vez la experiencia, que de vez en cuando tenemos todos, de ir en un taxi durante largo rato por la ciudad con un conductor que le iba dando la típica conferencia sobre lo importante que es para nosotros, los judíos, matar a todos los árabes. Sammy Michael le escuchaba y, en lugar de gritarle: «¡Qué hombre tan terrible es usted! ¿Es usted nazi o fascista?», decidió tomárselo de otra forma y le preguntó: «¿Y quién cree usted que debería matar a todos los árabes?». El taxista dijo: «¿Qué quiere decir? ¡Nosotros! ¡Los judíos israelíes! ¡Debemos hacerlo! No hay otra elección. ¡Y si no mire lo que nos están haciendo todos los días!». «Pero ¿quién piensa usted exactamente que debería llevar a cabo el trabajo? ¿La policía? ¿O tal vez el ejército? ¿El cuerpo de bomberos o equipos médicos? ¿Quién debería hacer el trabajo?» El taxista se rascó la cabeza y dijo: «Pienso que deberíamos dividirlo entre cada uno de nosotros, cada uno de nosotros debería matar a algunos». Y Sammy Michael, todavía con el mismo juego, dijo: «De acuerdo. Suponga que a usted le toca cierto barrio residencial de su ciudad natal en Haifa y llama usted a cada puerta o toca el timbre y dice: "Disculpe, señor, o disculpe señora. ¿No será usted árabe por casualidad?". Y si la respuesta es afirmativa le dispara. Luego termina con su barrio y se dispone a irse a casa, pero al hacerlo –dijo al taxista– oye en alguna parte del cuarto piso del bloque llorar a un recién nacido. ¿Volvería para disparar al recién nacido? ¿Sí o no?». Se produjo un momento de silencio y el taxista le dijo: «Sabe, es usted un hombre muy cruel».

Sigo pensando que detesto las banderas y que la hoguera con todas ellas sería magnífica, pero tomo nota ;)-
Ahora me voy a vomitar: por la declaración de los cobardes asesinos expertos en bombas y porque acabo de oír a Rajoy en su "brillante" conferencia de prensa.
Agggggggg.

4.6.07

Leyendo poesía

Entro en los poemas como un saqueador
con una bolsa llena de agujeros
Los arrastro conmigo
un tiempo
sumergida en el deleite
de la fiebre
de muchos otros
que han mirado el mundo
con los ojos del odio
o del amor
o del espanto
Y vuelo con sus vuelos
Me estrello
Estallo
Broto como un zarcillo
que se enrosca
en lo desconocido
Me deslumbro
con la belleza
y el horror del corazón humano
Y mientras dura el viaje
no necesito más
que ese botín efímero.


Leo a Forcano.Ha escrito ésto:



Per la finestra del tren
un arbre en flor goteja pluja.
He recordat el teu rostre
somriure entre les llàgrimes.
De sobte em pregunten quina hora és.
Dic el teu nom.



Por la ventana del tren
un árbol en flor gotea lluvia.
Recuerdo tu rostro
sonreir entre las lágrimas.
De pronto me preguntan qué hora es.
Digo tu nombre