Los cuentos de Andersen y Grimm, los cuentos de King ;)...y la poesía -no sé si me influye o me retrata de algún modo- aunque eso da igual.
De Deshielo,de María Mercé Marçal.
No asfixies a la niña que, indócil, vive en mí
que me incita al candor, a encender la mirada,
a estrenar esos bosques donde los lobos duermen
y a creer en el don de las palabras:
extraño insecto que aun clavado
en su estertor minúsculo
impenitente arbola
el reto de su vuelo.
Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
29.3.07
8.3.07
Lisboa (vistazo breve,porque lo prometido es deuda;)
Depositadas en mi memoria reciente, sedimentadas...suaves como los copos de una nevada, yacen las imágenes de Lisboa.
Nunca puedo describir algo hasta que pasa un tiempo y lo esencial supera el filtro de las horas y los nuevos estímulos.
Con Lisboa me pasa algo extraño: siento nostalgia, una nostalgia vaga e imprecisa que hace honor a su leyenda. O tal vez tiren de mí mis genes y la memoria de mis huesos... parte de mi familia vino de allí, un abuelo pendón y aventurero hijo de militar del que tal vez he heredado esta manía de buscar horizontes y paraísos perdidos.
Si tuviera que definirla en pocos trazos, diría que es un tranvía descalabrado traqueteando como el tren de la bruja por calles empinadísimas y estrechas. Unas ojeras sobre piel pecosa, un olor a canela...
Tres vejetes increíbles de voz y silbido portentosos cantando un fado en una calle, un barco cochambroso surcando el Tajo y la luz... una luz entre dorada y plateada sobre el agua, inundando los ojos, deslumbrando, con una cualidad tan especial que ahora invade mi cabeza al recordarla...una luz que huele, se filtra, acaricia las casas y la gente, que quisieras beber y atesorar, y que te puedes llevar en la memoria como un farolillo que te dice "aquí, en esta luz, está Lisboa para siempre"
Nunca puedo describir algo hasta que pasa un tiempo y lo esencial supera el filtro de las horas y los nuevos estímulos.
Con Lisboa me pasa algo extraño: siento nostalgia, una nostalgia vaga e imprecisa que hace honor a su leyenda. O tal vez tiren de mí mis genes y la memoria de mis huesos... parte de mi familia vino de allí, un abuelo pendón y aventurero hijo de militar del que tal vez he heredado esta manía de buscar horizontes y paraísos perdidos.
Si tuviera que definirla en pocos trazos, diría que es un tranvía descalabrado traqueteando como el tren de la bruja por calles empinadísimas y estrechas. Unas ojeras sobre piel pecosa, un olor a canela...
Tres vejetes increíbles de voz y silbido portentosos cantando un fado en una calle, un barco cochambroso surcando el Tajo y la luz... una luz entre dorada y plateada sobre el agua, inundando los ojos, deslumbrando, con una cualidad tan especial que ahora invade mi cabeza al recordarla...una luz que huele, se filtra, acaricia las casas y la gente, que quisieras beber y atesorar, y que te puedes llevar en la memoria como un farolillo que te dice "aquí, en esta luz, está Lisboa para siempre"
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