Mi infancia es un árbol de Judea detrás de la ventana.
Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
Recordándote. Casi en tu aniversario.Viejos escritos en los que te rescato.
Un sol enorme rojosandía y las colinas recortadas en negro sobre el cielo púrpuranaranjarosa y una neblina extraña cayendo sobre las viñas oxidadas que esperan la poda y yo de paquete en una moto a toda pastilla por cuestas y curvas y era como estar en Marte el planeta rojo y ser marciano, un marciano incendiado con cuatro brazos dos troncos dos cabezas con casco y dos ruedas y daban ganas de levantar los brazos y aullar porque el universo a veces es tuyo y te hace generosos regalos sólo para tus ojos.
Mas abajo, lo juro, el mar era blanco...los marcianos existen, doy fe y son felices