No fue por mi astigmatismo que hace que confunda lo que veo, aquello tenía todo el aspecto de un montón de moho casi semiesférico, pero de pronto asomaron de la semiesfera unas garras tamaño liliputiense, y me dí cuenta de que el montón de moho tenía vida. Me acerqué y focalizando comprendí que el objeto en cuestión era un polluelo de algo,un poco demasiado grande para gorrión, un pelín pequeño para paloma. Estaba sobre el parquet de la sala de exposiciones, entre cuadros y poesía de Eliseo Diego, y seguramente se había caído del techo. Un señor morrón, sí, porque el techo es altísimo. Deduje que era una cría de vencejo, cuando cae la noche el entorno es una sinfonía de chillidos y un permanente festival de vuelos rasantes y eufóricos.
No podía dejarle allí, tenía el cuerpo cubierto de una pelusa oscura y en el canto de las alas le estaban naciendo plumas pero evidentemente no volaba. Fuera no había donde dejarlo, y sí cantidad de gatos, de modo que lo cogí con todo el canguelo del mundo -qué fácil es hacerles daño- y le dí un poco de agua con el dedo. Abrió una boca inmensa y la punta de mi dedo desapareció allí dentro, era como si la succionara una ventosa. Me lo llevé a casa en la mano, afortunadamente no estaba lejos. Mis sandalias nuevas quedaron tiradas de cualquier modo. Necesitaba la caja para hacerle una cama y resguardarlo del mundo. Mis gatos no se enteraron de la llegada del huésped, pero aquello duraría poco seguramente. Así que me encerré en mi habitación y le construí un nido con una toalla y trozos de una camiseta de algodón.Nunca crié un pájaro, pero mi padre sí...- uno de esos pollos de colores que yo compré sin consultar,siendo niña- y decía que necesitaban calor permanente cuando son pequeños. Agujereé la tapa y lo puse arriba del armario. Era domingo y tuve que localizar una farmacia de guardia para comprar jeringuillas desechables. Volví y logré darle una pequeña ración de pienso de gato con agua, pero se ve que aquello no era lo más adecuado porque escupía gran parte de la papilla. Lo chungo además, era que el bicho no veía nada, aún no tenía los ojos abiertos, y la cabeza le iba de un lado a otro sin control alguno, allí en el extremo de un cogote pelado, con lo que acertar al pico era difícilisimo. Lo dejé tapadito y me puse a rastrear datos por la red, crias de vencejos,fotos,lo que fuera. Y dí con un foro donde me enteré que se caen cantidad de los nidos, y había mogollón de mensajes tipo ¡Ayuda,he encontrado un polluelo de vencejo!!!¿qué hagoo?
Y daban consejos,sí señor, pienso de gato con agua...carne de cerdo fresca en miniporciones (no tenía)comida de loros, etc etc. Pero lo mejor: teléfonos de asociaciones que los recogen:)))
De modo que con el futuro más luminoso fué pasando el día y yo abrí la caja para ver si sobrevivía el pollo, no sé , cantidad de veces. Cada vez me recibía con una especie de vibración, un proyecto de ese chillido que lanzan en el aire y que te hace sonreír. Intenté darle más de comer, pero sin éxito, lo que sí aceptaba encantado eran gotitas de agua, le apoyabas la jeringuilla en la punta del pico y se quedaba quieto tragándolas. Era tan feo el jodido y tan entrañable que si no hubiera sido tan frágil le hubiera dado un achuchón, jejeje.
Bueno, resumo, dormí poco con la caja al lado de la cama,(la caja sobre una bolsa de agua calentita) y lo oía vibrar suave, suave para luego dormirse(supongo)
A primera hora de la mañana llamé y me explicaron que es un pájaro protegido y que debía dejarlo en la caja y darle agua con azúcar para hidratarlo. Y que vendrían a buscarlo esa misma mañana. Y sí, vino un tío muy amable y flipó de lo pequeño que era (menos de una semana)y se lo llevó a su nuevo y provisorio hogar.
Hoy llamé y me dijeron que está bien, que le crecerán las plumas y lo soltarán para que vuele a Africa junto a sus colegas. Ya se están marchando, así que supongo que cogerá la cola del tren...eso espero. Ha sobrevivido a un morrón de espanto, a la deshidratación, a mi inexperiencia...supongo que quiere vivir.
Dentro de dos semanas, más o menos, llamaré de nuevo y miraré como siempre hago a los vencejos. Tal vez uno de los que cruzan el cielo cazando y chillando, ebrios de azul y bailando con las corrientes de aire sea ese montoncillo de moho con garras que me encontré hace dos días. Espero que le vaya bien y que cuando se anuncie la primavera regrese y anide aquí cerca. Yo nunca olvidaré nuestro breve encuentro.
Ah, por si os encontráis con uno, éste es el teléfono para Barna: 935740036.