Atisbo la oscuridad
a través del cristal
Ya suena la lluvia
leve, suave
sobre las plantas del balcón.
Presintiendo la nieve
los ojos se estiran
hacia la negrura
Me fundo suavemente
con los primeros copos
Y danzo con ellos
en el aire frío.
Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.