Pálido y oscuro
Sometido al inexorable deterioro
de cada crisis,
bailabas sin embargo
una extraña y hermosa danza
con la pelota medicinal.
El hombre te cogió entre sus brazos
y te dejó con delicadeza
sobre la colchoneta azul.
Empujó la gran pelota roja
hacia tu cuerpo.
Tus dedos se movían,
aleteaban,
casi caricia sobre la tensa superficie.
Lejos, cerca, lejos, cerca ...
Solo tus dedos sobre el caucho
Y el vaivén suave que creó una sonrisa
en ese rostro torturado
de enormes ojos negros.