Era un laberinto sin Minotauro
y tú y yo desenredábamos el ovillo
de la memoria.
En su núcleo la infancia compartida:
yo te guiaba cuando te perdías
tú a mí cuando no encontraba el camino.
Era extraño ver esa rèplica de mi cara en la tuya
-¿o viceversa ?
pero tus ojos de un inconcebible verde claro
rompían el espejo,los míos son marrones.
Tanto tiempo hermano...tanto
y en un segundo se saltaron abismos.
Mientras el mar sonaba mansamente
en la oscuridad, más allá del ventanal
compartimos la cena con generaciones.
Los espíritus danzaban alrededor de la mesa...
Y estoy segura: brindaban por nosotros.