A veces te encuentras ante un cruce de caminos:
cualquiera de los dos puede ser acertado
o terminar destrozándote mientras
caes al abismo
Tampoco es tan trágico como lo pinto,
unos golpes más, alguna frustración
que va al cajón del desacierto
ya lleno hasta los bordes.
Y a seguir viviendo.
Pero la cosa es que delante de esa encrucijada
tú notas que te surje el miedo,
que crece en ti sobre todo a la noche
cuando tienes tiempo de pensar
o cuando no tienes mas remedio que pensar
porque tu mente va hacia el cruce
como la lengua hacia una caries.
El miedo enraíza en tierras profundas,
fértiles, lo oyes crepitar en la oscuridad
subiendo por tu columna como una
siniestra enredadera,
invadiendo tu estómago,
generando espléndidas flores negras
muertas al nacer
que tú cortas cada mañana
formando un ramo que adorna
la casa que no muestras
a ningún invitado
Pero también, de vez en cuando
por ejemplo hoy,
te dices que si no lo intentas
habrás muerto como esas flores
y habitarás solitario en la casa secreta
del miedo
para siempre.
Comprendes de pronto
que tal vez no importen tanto
el abismo o el éxito,
sino ese único
pequeño paso
con el que aniquilas
la funesta simiente.
Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
15.9.09
7.9.09
Anuncio inmobiliario
Soy como una casa antigua
sin demasiado mantenimiento
Con puertas y ventanas
que chirrían por el tiempo y el uso.
Tengo un desván cada vez más grande
donde se acumula el desencanto
y la porcelana del recuerdo
se vuelve craquelé
crujiendo en la noche
mientras se rompe
en finísimos pedazos
sin demasiado mantenimiento
Con puertas y ventanas
que chirrían por el tiempo y el uso.
Tengo un desván cada vez más grande
donde se acumula el desencanto
y la porcelana del recuerdo
se vuelve craquelé
crujiendo en la noche
mientras se rompe
en finísimos pedazos
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