Era la luna llena sobre Marrakech
y las golondrinas volaban en escuadra
trazando en el ocaso
oscuras coreografías ,
mientras la voz del muecín
entonaba la plegaria
extendiéndola como un manto .
Hoy, lejos ya, mi corazón intenta,
sin éxito
explicarte que a veces
el mundo es un pincel
que te pinta el alma
con alas de pájaros
y lunas enormes
y que lo pierdes
si intentas conservarlo
Que las locas murallas
del palacio Badi
donde reinan las cigüeñas
y el azahar te eleva
embriagador y místico
hacia el azul y el sol,
se fugaron junto al sultán
y su sueño de oro y turquesas.
Y Marrakech solo existe
en los mapas.
Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.