Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente.
La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
3 comentarios:
Qué bonito. Me hizo ver la imagen de mi madre cantando mientras cocinaba. Gracias
Seis versos que me llegan al alma.
En un momento ha resucitado la mía.
Besos.
Esos momentos que quedan para siempre, ¿verdad? quedan, incluso, cuando ya no queda nada.
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