Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
13.6.05
La dinámica del movimiento circular
Estaba de pie sobre el impecable suelo azul turquesa del baño. Un enorme espejo repetía su imagen de tal modo que él no supo definir cuál era la real y cuál el reflejo hasta que cierto brillo del cristal delató la réplica.
Pero tampoco importaba demasiado: la veía doblemente erguida sobre los altísimos tacones negros, como moviéndose a cámara lenta...
Inconsciente por completo de que era observada movía relajadamente los brazos recogiéndose el pelo, dejándolo caer de nuevo sobre la espalda confundiéndose con la seda oscura del ceñido vestido...
La mano derecha tanteó la cremallera a la altura de la nuca y con parsimonia la fue bajando lentamente dejando trozos de suave piel dorada al descubierto.
Los ojos de él resbalaron por la curva grácil de la columna vertebral, perdieron el norte en las ondas del pelo, patinaron en la cintura y, después de un breve parpadeo, vieron abrirse del todo aquella prenda, y cómo la piel dorada ganaba la batalla y copaba totalmente el panorama.
Estaba de pie sobre el impecable suelo azul turquesa del baño. Un enorme espejo repetía su imagen de tal modo que él no supo definir cuál era la real y cuál el reflejo hasta que cierto brillo del cristal delató la réplica.
Pero tampoco importaba demasiado: la veía doblemente erguida sobre los altísimos tacones negros, como moviéndose a cámara lenta...
Inconsciente por completo de que era observada movía relajadamente los brazos recogiéndose el pelo, dejándolo caer de nuevo sobre la espalda y brillar como la seda oscura tirada en el suelo.
Las manos tantearon el cierre del minúsculo sostén hasta lograr abrirlo... un leve movimiento de los brazos... y la prenda cayó sobre el vestido abandonado.
Los ojos de él resbalaron por la curva grácil de la columna vertebral, perdieron el norte en las ondas del pelo, patinaron en la cintura...
Y la vieron doblemente erguida sobre altísimos tacones negros como moviéndose a cámara lenta...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Vaya, y al final, la seguían viendo.
Buena puesta en escena, amiga, muy buena.
Excelente el pequeño brillo.
Un beso enorme, y feliz semana.
Publicar un comentario