Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
19.4.05
Campo de trigo
Íbamos subiendo lentamente entre los pinos, descubriendo matas de acebo y aspirando el aire impregnado de resina y mar.
No hablábamos, sólo se oía el crujir de la pinaza bajo nuestros pies.
Era una límpida mañana de domingo.
El bosque acabó abruptamente, casi diría que los últimos árboles trazaban una impecable línea recta_ si te volvías y lo enfrentabas como para entrar de nuevo en él parecía un muro oscuro y fragante_
Pero no lo miramos (sólo después, cuando regresamos). Frente a nosotros se extendía un inmenso campo de trigo abandonado. Las espigas resecas crepitaban como llamas al más mínimo soplo y brillaban como esquirlas de metal dorado bajo el sol.
Entre las ramas las arañas habían construido enormes telas que también relucían, plateadas, y todo aquello era como el tesoro conquistado por ángeles o dioses después de antiguas batallas. Sólo que éstos se habían ido abandonando el oro y la plata para que lo contemplaran los mortales.
Me acordé de las historias sobre la tarantela, esa danza que nació para curar las picaduras de las tarántulas mediterráneas abundantes en los campos de trigo, que picaban a los segadores durante la cosecha_ bailarla calmaba el intenso dolor y les hacía exudar el veneno, pero también entraban en trance y conectaban con los dioses de la tierra_
Allí seguro que había muchas, tal vez cientos, encargadas de incrementar el tesoro como excelentes orfebres, tejiendo incansablemente cotas de malla para futuras batallas.
Ninguno de nosotros habló. La brisa hizo temblar levemente las telas.
A lo lejos y abajo se veía el mar, bajo un cielo sin una sola nube.
Dimos la vuelta y nos internamos de nuevo en el bosque.
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2 comentarios:
Hola, es muy bonito, y lo de la tarantela muy curioso, mira tú que cosas hacían, en plan derviche. Me alegra saberlo. :)))
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