Perdí mi corazón en el centro de un complejo laberinto y no recuerdo la ruta ni existe un hilo de Ariadna que me guíe. Se comieron las migas los pajaritos y una bruja de dedos largos y huesudos me hunde el índice entre las costillas para ver si estoy a punto y descorazonada irremediablemente. La vieja se ríe quedamente, sabedora de que mi mal no tiene fin, cazadora de imposibles, solitaria y nómada hasta cuando mis huesos sean polvo mezclado con el viento.
1.5.05
Testimonios del horror
Mujeres y hombres ya ancianos y de ojos dulces, que miran al pasado para contarnos su infierno y el infierno de muchos en los campos de concentración nazi.
Una de ellas dice "Dante describió el infierno... no conoció Ravensbrück."
"Días después de mi liberación empecé a llorar en sueños, tanto que mi marido pugnaba por sacarme de él y no lo lograba... soñaba con una forma humana cubierta por una sábana blanca. Un golpe de viento levantaba la tela haciéndola volar y podía ver el cuerpo encogido de una compañera del campo de concentración. Ella me decía: y tú, que has sobrevivido... ¿qué has hecho por todos nosotros?
Cuando desperté tuve claro que debía contar lo acontecido, y pocos días después escribí mi primer artículo."
Otra cuenta: "tiempo después, en Alemania, trabajando de enfermera, un joven vio el número tatuado en mi brazo y se rió sin saber lo que era... le dije: - me he tatuado el teléfono de mi amante para no olvidarlo- y él volvió a reír, de nuevo ignorante de todo. Luego he viajado varias veces a España, y en uno de esos viajes una joven española descubrió mi tatuaje y me dijo -¡tu tienes tatuado el número de Auschwitz! Y pensé - mira, una chica de Matalascañas sabe más de lo que pasó que un joven alemán..."
Cuando escucho testimonios así me acuerdo también de la guerra en la ex Yugoslavia, de los campos de concentración para los bosnios, gentileza de Milosevich y Karadzic, de los numerosos lugares del mundo donde el ser humano es vejado, torturado, privado de todo, tratado como un objeto del que se puede abusar, y mas aún, del que se puede prescindir, simplemente porque alguien con la sartén por el mango decidió que molesta u obstaculiza sus planes. Tenemos que escuchar a estos ancianos, a los pocos que viven aún, porque su voz tal vez impida que alguien, en algún sitio, repita la barbarie.
Y tampoco olvidemos que el nazismo tiene muchas caras, tal vez no tan espectacularmente macabras, pero negras también, como la que mira al inmigrante con desprecio, como la que rechaza a otro por ser pobre o de otro lugar, sin tener en cuenta que nacer en un sitio u otro es algo que no se elige, que lo único que se puede elegir es la opción entre la indignidad y la dignidad, la deshumanización y la humanización creciente.
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